jueves, 27 de abril de 2017

Del cuidado de los zapatos: Oxford revisited




¿Han pensado alguna vez que el destino nos dé a vivir las cosas dos veces? Como coger un papel y doblarlo, pero de forma que en esta línea de hoy encontremos aquella otra que se nos escapó tan lábil, o aquella otra que parecía ya olvidada.

Esto le ocurría a don Sinforoso mientras avanzaba por High Street. Conforme iba andando, inclinaba la mirada y veía los mismos zapatos de cuando estuvo aquí, hace tantos años. ¿Cómo es que tengo todavía estos zapatos? - se razonaba. Deberían estar rotos o gastados; y no lo están, no sé por qué.



Con estos zapatos estuve entre mis amigos en Oxford. Andábamos como héroes: Pembroke Street, Carfax, Radcliffe Camera, the Bod. Cerca de Magdalen College (que muchos pronunciaban Mohdelen haciendo fuerza en la excentricidad) nos despedimos la última tarde.

Mientras pensaba estas cosas, daba un paso y otro por High Street. De repente vio abrirse a su izquierda un camino de tierra: Rose Lane. Por la dirección que llevaba calculé que abreviaría el recorrido. Comenzó el silencio y en él mi paso continuo: Merton College parecía un fellow vestido de gris, sorprendido en la somnolencia de la tarde.

Al final de Rose Lane el camino se embosca hasta la ribera del Isis. Traté de orientarme y me di cuenta de que sí, de que llegaría más o menos a una cantina llamada The Head of the River, pero me sacaron de mis pensamientos unos sonidos entre los árboles. En un claro había un pequeño graderío. Los muchachos, sentados y de pie, levantaban murmullos de risa complaciente. Los que actuaban, con sus disfraces, esperaban un instante el efecto de su diálogo... y continuaban con él en medio de la delectación general de aquel conjunto de cómplices: cómplices del arte, de los nuances de su lengua, de la tarde.

Llegué hasta los hierros que encauzaban la salida del parque y regresé a casa. Cuando cruzó el puente volvió a reparar en sus zapatos. Eran distintos, no eran los de entonces. Se asombraba. Se volvió unos pasos hasta la parte más alta de la calzada: no se veía ningún coro de estudiantes.

Después que la hoja se dobló, mira con frecuencia sus zapatos. Sigue cuidándolos igual, pero ya no son los mismos. Nunca vuelven a serlo.

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